Padres, Estudiantes y Docentes en Contextos Impensados
No queda duda de que la pandemia provocada por el COVID 19, cambió la vida en el mundo, al afectar todas las actividades y quehaceres de las personas, ya los contextos no son los mismos; el contexto de la educación formal fue sacudido y algunas de sus piezas fueron a parar al ya trastocado contexto familiar. En este nuevo escenario, algunos roles de los docentes fueron reasignados a los padres y de paso con otras funciones, distintas a las ya conocidas, sumando nuevos compromisos, a los que ya tenían, asociados con la formación de sus hijos y que habían dejado en manos de la escuela, por razones que Cano y Casado congregaban en 2015, entre “no saber”, “no poder” y “no querer”, esta última con menor influencia.
En consecuencia, con un contexto escolar ya desfasado de la realidad (antes de la pandemia) y ahora extendido al familiar, las dos primeras razones, antes nombradas, se desbordaron, por lo menos en Venezuela, y han llevado a las familias a la desesperación; algunas familias, buscan alternativas de solución, algunas más o menos apropiadas, mientras que, otras familias dejan pasar, sin medir las consecuencias en la vida futura de sus hijos.
Por su parte, la escuela también se ha quedado sin estrategias para crear contextos nuevos de aprendizaje, pues simplemente proporciona contenidos y usa contenedores tecnológicos para entregar y recibir contenidos; en éstos últimos se ha centrado la escuela a pesar de que “los aspectos críticos por resolver no están en los dispositivos como tales sino en los contextos, enfoques, modelos pedagógicos, y procesos de transformación socio-tecno-pedagógicos” (Cobo, 2016; p. 52).
El panorama es confuso, la escuela y la familia viven una realidad distinta; estudiantes, padres y docentes reflejan su desconcierto en sus acciones. Entonces, la familia y escuela deben ser reconceptualizadas, así como su función socioeducativa y los roles correspondientes, hasta fundar nuevos contextos de aprendizaje.
Pero ¿cómo hacerlo? Quizás no tengamos las respuestas, pero el primer paso debe ser el de crear vínculos fuertes entre la escuela y la familia. “Hoy más que nunca la familia y la escuela, como instituciones sociales, deben generar estrategias comunes que le permitan abordar y atender todas las problemáticas que puedan surgir durante el proceso, y juntas diseñar un plan de acción a favor del interés en común, que en esta oportunidad es el estudiante”(Hurtado; 2010, p. 182).
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