Estrategias de búsqueda de colaboradores para proyectos de investigación
A menudo topamos con quejas sobre las investigaciones que se realizan en las universidades y el hecho de que no ayudan a resolver los problemas de las sociedades donde se encuentran inmersas. Independiente de que no todas las investigaciones académicas tienen que estar necesariamente atadas a la resolución de un problema social, lo cierto es que, al menos en parte, la razón de encontrar tan pocos casos de investigaciones exitosas en relación a problemas sociales pasa por la dificultad de concebir, organizar y adelantar los esfuerzos colaborativos que requieren, por lo general, la investigación de los problemas puntuales de una sociedad.
En primer lugar, debemos considerar las competencias que deben poseer los investigadores involucrados. Por lo general no es alta la experticia del profesor universitario en nuestro medio en tópicos tales como informática educativa, diseño de protocolos de investigación (baste con ver los videos acumulados en YouTube sobre este tópico) y, para nosotros crítico, una cultura colaborativa y estrategias sociales para la colaboración. Si bien es cierto que podemos desarrollar en lapsos relativamente breves competencias instrumentales en informática y generación de protocolos, la cultura colaborativa choca en mucho con la cultura prevalente en nuestra sociedad autoritaria y motivada al poder, por lo que una aproximación a la solución de este cuello de botella debe pasar por racionalizar el problema y buscar a nivel individual estrategias de solución.
Pero en adición a las competencias individuales necesarias, el investigador interesado en realizar investigaciones sociales colaborativas debe también disponer del tiempo necesario para estructurar adecuadamente el problema en cuestión, conocer a fondo la literatura pertinente que le permita detectar posibles investigadores académicos y negociar con estos los planes de trabajo, distribución de responsabilidades y demás aspectos administrativos de todo proyecto, por no hablar del tiempo requerido para detectar, convencer y generar redes de colaboración entre los investigadores.
Pero antes de realizar los proyectos de investigación con impacto social el o los investigadores deberán invertir tiempo y esfuerzos adicionales para generar todo una estructura social de colaboración en red con autoridades, comunidades, actores importantes y demás, quienes de una u otra manera están involucrados en el desarrollo exitoso de un proyecto de intervención social, o de investigación que lleve a esa posible intervención, en aras del mejoramiento de la calidad de vida de una población.
El peor enemigo de todo este proceso es lo que los anglo-parlantes llaman “wishful thinking” (traduce algo así como “hacerse ilusiones” o “buenos deseos”) y que preferimos llamar en nuestro ámbito latinoamericano “macondismo”, el creer que por imaginarnos algo ya lo hemos logrado. Nos topamos permanente con “proyectos de investigación” que se limitan a describir una situación problemática y saltan a concluir que “entonces lo resolvemos”, sin estructurar el problema en cuestión, reflexionar sobre los procesos administrativos involucrados o definir los protocolos de investigaciones de campo propiamente dicha. Contra todo esto deberá luchar en su esfera personal cada investigador universitario antes de salir al mundo a tratar de generar o incorporarse a redes de investigadores interesados en colaborar para solucionar los problemas que presenta su entorno social. Y para ello su principal aliado será el conectivismo.
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